martes, 17 de agosto de 2010

Disposiciones.

Llegados a este punto de la vida y del verano, me doy cuenta de que absolutamente todos los días son iguales. Igual de aburridos e insustanciales. Tardes para descansar del descanso con mi gente; tomarnos una coca-cola zero en un sitio de costa, en mi pueblo o en un bar cosmopolita. ¿Qué más da? Sólo estamos cambiando de escenario la representación para no hacerla tan tediosa, sólo estamos engañándonos a nosotros mismos con una ilusión, la idea de variedad en nuestras vidas prácticamente uniformes.
¿Qué diferencia pues, un día de compras por la capital a un día de playa? Entre todos podríamos alaborar posiblemente más de mil respuestas distintas, pero la mayoría mantendríamos que lo que verdaderamente diferencia los días y los momentos y los convierte en mágicos es nuestra disposición, nuestro semblante ante la vida... nuestra capacidad para hacerlos únicos en nuestra memoria, para exprimirlos al máximo y sacar lo mejor de ellos. La diferencia y el progreso en mi vida no están en pasar de comer una ensalada a comerme un filete, sino en pasar de querer comerme una ensalada a no autocastigarme por pensar en un trozo de carne.

lunes, 2 de agosto de 2010

Im-paciencia.

Esto es frío. Esto es espera. Esto es alcohol, esperanza, gritos, apagones, verte aparecer, palabras, roces, muchísimas horas. Todo esto es como un puente colgante increíblemente largo y viejo; y no sé todavía si he llegado a la mitad, si estoy a punto de llegar al otro lado o si ya me caído. Esto es lento, constante y no lleva a ninguna parte. Esto crece y decrece por momentos y me está volviendo loca. Todo esto es como humo. Tan efímero, tan contaminante, tan gris y tan estimulante como el humo.