Capítulo 1: Lunes.

A diferencia del resto, a mí me gustan los lunes. Es cierto que son sinónimo de rutina, de tedio y de desesperanza. Nos recuerdan la monotonía de nuestra vida. Aún así, son los días perfectos para renovarse, el comienzo de una semana que puede ser la mejor de nuestra vida, la peor, o una semana cualquiera que no tardaremos en olvidar. Son los días perfectos para proponerse nuevos retos y ambiciones, que también son distintas para cada ser humano. El sueño de muchos es poseer riquezas, ya que piensan que sólo de ese modo podrán ser algún día felices y dichosos. El sueño de unos pocos es la felicidad en sí misma, una vida en armonía; esa sensación de paz, de no deber nada a nadie y lo que es más importante, tampoco estar en deuda con uno mismo. Pertenezco a esta última clase de personas y creo firmemente que para alcanzar ese gran reto vital se necesita paciencia para sobrellevar las miles de pequeñas incomodidades de las que está repleta la vida.
En resumen, si algún día quiero volver a ser feliz del todo, y digo "volver" porque recuerdo que en un tiempo lejano lo fui, debo evitar hacer cosas como la que acabo de hacer antes de salir al jardín, sentarme en este banco, encender un cigarrillo y dejar resbalar mis pensamientos sobre esta libreta.
Nunca me gustó que nadie se apiadase de mí, ni siquiera me gusta la gente demasiado condescendiente, ya que hace que me sienta incómoda. Me gusta vivir mi vida, hacerlo todo sin ayuda de nadie, pero no lo hago porque no puedo. He de reconocer que, probablemente, sin el apoyo de ciertas personas, demasiado condescendientes pero que no resultan agobiantes, no estaría sentada en este banco ni respirando este aire, ni ningún otro aire.