domingo, 11 de julio de 2010

Capítulo 4: Victorias y derrotas.

Casi todas las palabras que escribiría ahora si intentase expresar lo que siento serían inventadas o tacos ya conocidos, pero no quiero llenar mi blog de esto aunque ya pase de las doce y estemos en horario adulto. De las veinticuatro horas del día he dormido once, charlado cinco, otras cinco me he vuelto loca y tres las he pasado en vilo frente a una pantalla.
Nada más levantarme (con mal pie) y beberme un zumo, salí al jardín a fumarme un cigarrillo. Cinco minutos para reflexionar acerca de lo que quiero hacer durante el día. Pura rutina. Después los mareos, la pérdida de equilibrio y el bajón de tensión. Tumbarme en el sofá un cuarto de hora sin ropa y tararear canciones de Nirvana. Pura rutina. Subir a mi habitación, recogerlo todo, hacer la cama. Comer más. Comer más. Echar mi vida por el retrete. Poner buenas caras a todo el mundo, decirle a mi madre que me encuentro perfectamente. Odiarme. Hartarme de esto, cansarme de mi vida, de mí, porque no soy capaz de soportar ya más esta situación; que no controlo nada, que todo me controla a mí. Darme cuenta de que todas aquellas cosas que siempre odie: los prejuicios, la hipocresía, la imagen por encima de todo, la frivolidad... me tienen presa.

Hoy he visto la comida personalizada. Hoy la he hecho persona y así se quedará para siempre. La imagino con cara, con brazos y con tripa. Esto es una batalla entre ella y yo. Todo el mundo, incluida yo en aquellos tiempos, pudo con ella. Simplemente comerla, no preocuparte por engordar y vivir feliz. Verla como algo necesario y por lo que estar agradecido, y no como un enemigo. Es ahora cuando me doy cuenta de que, aunque todo el mundo piense que esto consiste en el desprecio a la comida, en la aversión a todo lo que alimente... en realidad es una forma de venerarla. Me paso todo el día pensando en ella, me domina y lo reconozco. Me tiene presa y yo le tengo miedo. No me da verguenza reconocer que ella está ganando esta batalla porque yo voy a ganar la guerra.

Tras pasarme un día gritándome a mi misma en casa, salir un rato y volver a gritarme tras la cena, me alivió el saber que aunque yo esté perdiendo la victoria sigue ahí.

Grande Iniesta, grande España y gigantes las lágrimas del gigante Casillas!

(Qué mal repartido está todo, unos ganan al mundo y otros pierdem frente a un plato de arroz.)

1 comentario:

  1. Mientras personas totalmente vacías, como son los jugadores de la selección, se cepillan MILLONES por dar patadas a un balón y hacer tonterías en televisión y son adorados por millones de personas, unos mueren de hambre porque no tienen que comer, y otros lo hacen porque no quieren hacerlo. Que mundo este, redios.

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